jueves, 2 de abril de 2020

La conversión de Agustín


«A los dieciséis años, no pudo contener su lujuria y pecó. El nombre de la mujer involucrada no se conoce». Dicho de otro modo, Agustín, que había nacido en Tagaste, una ciudad provincial romana del norte de África, tuvo una relación con una joven que conoció en Cartago, donde estudiaba. Ella le dio un hijo y fue su concubina durante más de una década (hasta que Monica le encontró una mejor). 

A los treinta años, Agustín se había convertido en el experto en retórica de la corte del sacro emperador de Roma en Milán, en un tiempo en el que ese tipo de puesto se traducía directamente en poder político. De cualquier modo, le disgustaba la vida en la corte con todas sus intrigas y politiqueos, y llegó a lamentarse un día que montaba en su carruaje para entregar una pieza retórica (un gran discurso) en estos términos: «Un mendigo borracho de la calle tiene una existencia mucho más despreocupada que yo». 

Para colmo, Monica, que lo había acompañado a Milán, dispuso para él un matrimonio arreglado, la única condición para el cual era que abandonara a su concubina. Sin embargo, como todavía faltaban dos años para que su nueva novia estuviera en edad de casarse, se enredó entretanto con otra mujer. 

De este período es su famosa plegaria «Da mihi castitatem et continentiam, sed noli modo», «Dame castidad y continencia, pero todavía no». Entonces, un día, no mucho después, mientras estaba con un amigo, Alipius, Agustín escuchó una voz, parecida a la voz de un niño, que repetía: «¡Agustín! ¡Agustín! ¡Toma la Biblia y lee!». 

Agustín cayó en la cuenta de que se trataba de una exhortación divina para abrir las Escrituras y leer el primer pasaje que encontrara. El libro se abrió en la Epístola a los romanos, 13:13-14. Y leyó lo siguiente:

Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias. 

Es sorprendente lo que puedes encontrar al abrir un libro al azar. Sea como sea, Agustín quedó muy impresionado. A la edad de treinta y dos años, como parte de su reforma, recibió el bautismo del obispo Ambrosio en vísperas de Pascua (a la vez que su hijo y su amigo Alipius). Monica se conmovió mucho por este gesto, pensando que sus plegarias habían sido atendidas. Murió al cabo de poco tiempo.

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