viernes, 28 de febrero de 2020

Heráclito el Oscuro

Heráclito (c. s. V a. C.) era un aristócrata que vivía en la costa jónica de Grecia. Le gustaba componer epigramas filosóficos breves y algo paradójicos, lo cual más tarde le valió el sobrenombre de «el Oscuro». Su fama, sin embargo, la debe a una afirmación referente a los ríos, en apariencia totalmente inofensiva. El profesor Godfrey Vesey cita este «fragmento 12» en su minienciclopedia; dice así: «A quienes entran en los mismos ríos, aguas diferentes y diferentes les corren por encima». Vesey añade con acierto que esto llevó a Platón a negar que podamos conocer el mundo cotidiano a partir de los sentidos, «y esto lo llevó a su vez a la teoría de las Formas». Heráclito «floreció», como se dice a veces (cual si se tratara de algún tipo de exótica flor filosófica), en Éfeso, alrededor del año 500 a. C. Según autores posteriores, se quemó a sí mismo en una pila de estiércol, pero, ¡ay!, como sucede a menudo, esto último parece ser más una historia apócrifa que un acontecimiento realmente histórico. 

Como ocurre con los demás «presocráticos», se han conservado muy pocos registros de su pensamiento e ideas, sólo algunos «fragmentos». Hay cerca de cien; el más largo tiene apenas cincuenta y cinco palabras. De esto podemos deducir que Heráclito era un acertijo. Excepto, claro, cuando se dirigía a sus conciudadanos de Éfeso. Entonces se convertía en un hombre muy grosero, y les decía, por ejemplo, que «lo digno para los efesios mayores de edad sería ahorcarse todos». 

No era tímido a la hora de menospreciar a otros filósofos, declarando que ellos mismos habían demostrado con el ejemplo que la erudición no enseña sensatez. Tampoco trataba mejor a la población en general: afirmaba que «les pasa inadvertido cuanto hacen despiertos, igual que se olvidan de cuanto hacen dormidos». 

En otros fragmentos más filosóficos puede verse cómo Heráclito rechaza todas las nociones místicas del origen del universo, afirmando que éste no había sido creado por nadie, sino que siempre había existido, y que lo realmente importante no era fundamentarlo a partir del examen de pequeños trozos, sino estudiar su composición, su estructura. Él pensaba que estaba hecho esencialmente de fuego, que era también el ingrediente principal del alma. Pero el fragmento más famoso de Heráclito es el que trata del río: No puedes bañarte dos veces en el mismo río. A veces se cita con más precisión de esta manera: «A quienes entran en los mismos ríos, les recubren aguas distintas cada vez». Otras veces, de esta otra: «No puedes bañarte en el mismo río dos veces, ya que el agua fresca siempre fluye sobre ti». 

Ya tenemos cuatro versiones diferentes de esta frase, al fin y al cabo, resulta muy natural. Después de todo, esta observación se ha utilizado siempre como una especie de metáfora sobre la naturaleza de la realidad en general, y el «heraclitismo» se convirtió en una doctrina encapsulada por Platón como perspectiva de que «todo fluye».

martes, 25 de febrero de 2020

Pitágoras y la teoría complicada

Existen dos raíces principales de la matemática griega. La fuente más antigua es el Antiguo Egipto, entre el 3100 y el 2500 a. C., y era evidentemente muy sofisticada, como testifican las Pirámides, con sus túneles secretos, sus proporciones matemáticas y su posicionamiento respecto a diversos cuerpos planetarios y solares. La otra fuente, de alrededor de 2000 a. C., son los sacerdotes de Mesopotamia, o «la tierra entre dos ríos» (el Tigris y el Éufrates), que crearon un cuerpo de conocimiento matemático. Su matemática era práctica, para construir, para comerciar y para que los astrónomos pudieran medir las estaciones, aunque también tenían aplicaciones místicas.

La teoría pitagórica comienza con la «unidad» del número uno, también conocido como «la Mónada». Era descrito como si se tratara de un número a la vez par e impar, también llamado par-impar. Se trata de los dos poderes opuestos presentes en la unidad, que se separa y recombina para formar el resto del mundo. Geométricamente, consiste en un punto sin dimensiones. Para los pitagóricos, es la fuente de todas las cosas. 
El número dos es imperfecto, ya que crea la posibilidad de la división. Geométricamente, es una línea. 
El número tres fue denominado «la totalidad», ya que combina el uno y el dos, y porque permite que haya un comienzo, un medio y un final. Geométricamente, el tres es la primera forma: un triángulo. 
El número cuatro, que representa un cuadrado, era considerado perfecto; mientras que el número diez, como puede ser creado a partir de varios números primos, también contiene todas las proporciones musicales y matemáticas, y por esto representa el mundo. 

Con el número cuatro, se llega al reino de los cuerpos físicos de las figuras tridimensionales (una pirámide, por ejemplo), que pueden ser construidos a partir de cuatro puntos. Los números cinco y seis eran llamados «matrimonio», ya que combinan el dos y el tres, considerados los números macho y hembra, el primero mediante la suma, y el último mediante factoreo. El número siete era llamado «virgen», ya que no puede ser creado a partir de ningún otro. El número ocho es el primer número «cúbico», ya que es el resultado de 2 × 2 × 2, y el número nueve recibía el nombre de «horizonte» por no mejor razón que el hecho de preceder a la «Década» o número diez. 

El diez contiene a todos los demás números, y por eso es denominado «el universo». Puede ser construido de diferentes e interesantes maneras, sea sumando 1, 2, 3 y 4, o sumando los cubos de 1 y 3. Los pitagóricos lo consideraban una deidad y juraban (devotamente, por supuesto) por él. (Final de la teoría complicada, al menos hasta donde vamos a considerarla). 

De cualquier modo, se cuenta la historia de un estudiante pitagórico, Hipasio, que fue arrojado al mar para que se ahogara después de que compartiera con los «no iniciados» el conocimiento del difícil hecho de que algunas cualidades geométricas (tales como la raíz cuadrada de dos) no podían expresarse en absoluto como números enteros. Esto era evidentemente problemático para los pitagóricos y preferían mantenerlo en secreto. A pesar de no ser capaz de calcular la raíz cuadrada de dos, las historias sobre los extraños poderes de Pitágoras no dejan de acumularse, como nos recuerda este fragmento: Una vez fue visto por mucha gente el mismo día y a la misma hora tanto en el Metaponto como en Crotón; ¡y una vez, en Olimpia, durante los juegos, se puso en pie en el teatro y reveló que uno de sus muslos era de oro! El mismo Aristóteles señala que Pitágoras era apodado «Apolo el Hiperbóreo», siendo los hiperbóreos un pueblo mítico del que se pensaba que habitaba en las regiones del norte de Grecia. La palabra significa literalmente «la tierra que hay más allá del viento norte», considerada una utopía donde el clima era templado, el Sol producía dos cosechas al año y los ancianos se arrojaban felizmente al mar cuando decidían que ya habían vivido una buena vida. 

Como si esto fuera poco, otros autores recuerdan extraordinarias hazañas de Pitágoras: Predicaba que un barco que se acercaba traería un cadáver. Mordió a una serpiente hasta matarla. Le hablaba al río Cosa y éste le respondía «¡Bienvenido, Pitágoras!». No todo el mundo se dejaba impresionar con estas historias. 

Heráclito describe a Pitágoras como un charlatán, que robaba las ideas de otros y las transmitía a sus seguidores como si fueran propias. Lo compara con una urraca ladrona, cuyo arte no es la sabiduría sino el engaño. Pero muchas de las enseñanzas de Pitágoras reaparecen en Platón. Por ejemplo, en tiempos en que tales ideas eran extrañas, Pitágoras insistía en que los hombres y las mujeres eran iguales, que la propiedad debía ser comunitaria y que sus seguidores debían vivir y dormir en comunidad. Todo esto reaparece en La República, como estilo de vida recomendado por Platón para los guardianes; también aparece la doctrina pitagórica de las formas celestes y la brecha entre el mundo del conocimiento y el de la materia (del cual los filósofos debían mantenerse a distancia). 

Además: 
En el Menón aparece la visión de Pitágoras sobre cómo el aprendizaje es en realidad rememoración, cuando el «joven esclavo» recuerda el teorema geométrico que lleva su nombre.
En el Gorgias sale la doctrina pitagórica de que cuanto mejor se conoce algo, más se vuelve uno parecido a ello. En el Timeo hay una descripción pitagórica del universo en términos de armonías (musicales) y materia, la cual es revelada místicamente como hecha de formas geométricas, en especial a partir de triángulos.
En el Fedón se presenta la visión pitagórica de que la filosofía es una preparación para la muerte y la inmortalidad.

De la filosofía se dice a veces que es una serie de huellas platónicas, lo que en muchos casos es verdad. Pero, de un modo bastante misterioso, si lo examinamos de cerca, ¡el mismo Platón parece consistir en gran parte en una serie de huellas de Pitágoras!

viernes, 21 de febrero de 2020

Pitágoras y los números

Pitágoras prohibía hacer daño a los animales porque creía que las almas de las personas estaban atrapadas dentro de ellos. Los vegetarianos de hoy en día pueden pensar que la palabra «atrapadas» es poco amable para con los animales, pero es que Pitágoras, al igual que los sacerdotes órficos, consideraba el cuerpo humano como una especie de tumba para el alma. La existencia terrena era algo que tenía que sufrirse antes de reencarnar en algo mejor. Quizá en un número…, ¡quizá incluso en el número diez! 

La música era central en el pitagorismo. Los pitagóricos se habían dado cuenta de que algunas frecuencias de sonido, y, más aún, las más placenteras para el oído humano, mantienen unas con otras relaciones matemáticas simples. Por ejemplo, si se reduce a la mitad la longitud de una cuerda de lira, se producirá una nota una octava más alta. 

Los pitagóricos, naturalmente, pensaban que el cielo también tenía que estar en «armonía» y, mediante un sistema de pesos agregados a los extremos de las cuerdas que luego pulsaban, identificaron los fundamentos matemáticos de las leyes de la gravedad. (El mismo Newton reconoció este hecho, dos mil años más tarde, en sus Principia Mathematica). 
Munidos con este conocimiento, imaginaron que las mismas estrellas producían un bello sonido al realizar su ronda alrededor del «fuego central». Este fuego, por cierto, no era el Sol, pero aun así Pitágoras puede ser considerado uno de los primeros filósofos en plantear un sistema detallado de los movimientos de los planetas que no insistió en que la Tierra estaba fija en el centro. Pitágoras consideraba que el universo, de un modo extraño, consistía en última instancia en números, que realmente existían alrededor y sobre los objetos que «participaban» de ellos; cuatro sillas, por ejemplo, ofrecían una vislumbre del celestial «número cuatro». 

El número diez era especialmente importante, una especie de objeto triangular que consistía en cuatro líneas de cuatro, tres, dos y uno: 
La Tetractys de la Década. 

Contemplando la elegancia matemática del universo, revelada en los movimientos de las estrellas y los planetas, pero también en las misteriosas verdades matemáticas, la humanidad podría escapar a la corrupción terrestre y lograr la inmortalidad. Otro cronista, Aetius, recuerda cómo los pitagóricos conjuraban sus votos más sagrados no a los dioses, sino a las formas matemáticas: ¡Por aquel que dio a nuestra generación la Tetractys de la Década, la fuente y raíz de la naturaleza eterna! Se cree que Pitágoras inventó la palabra «filosofía», o amor por la sabiduría, para dar cuenta de sus investigaciones sobre los misterios del mundo de los números. 

También se supone que acuñó la palabra «cosmos» (cosmos), que significa «bello ornamento», para describir el universo. En el siglo V, Proclo atribuye a Pitágoras el haber sistematizado el estudio de la matemática, que antes consistía en meras observaciones dispersas, «examinando los principios de la ciencia desde el comienzo y comprobando las teorías de manera inmaterial e intelectual». 

Aristóteles nos ofrece unas reminiscencias algo desorganizadas del método pitagórico, diciendo que empieza con el «uno» y que este uno representa el «límite». Lo «ilimitado» que hay a su al rededor está «demarcado y limitado por el límite…desde lo ilimitado se configura el tiempo, el aliento y el vacío que distingue constantemente los espacios de las distintas clases de cosas». La primera cosa creada es el número. El universo que la gente conoce consiste en cosas que se distinguen unas de otras, es decir, que pueden numerarse. Si el resto de la secuencia estaba especificado, la información se ha perdido. Aristóteles añade: Tal combinación de números, por ejemplo, les parecía ser la justicia, tal otra el alma y la inteligencia, tal otra la oportunidad; y así, poco más o menos, hacían con todo lo demás…por último, veían en los números las combinaciones de la música y sus acordes…Aristóteles nos recuerda también la «Tabla de los opuestos». 

Así como hay números pares e impares, lo limitado y lo ilimitado eran: Uno y pluralidad Derecha e izquierda Macho y hembra Inmovilidad y movimiento Recto y curvo Luz y oscuridad Bueno y malo Cuadrado y…oblongo (Eso hace diez). 

Aristóteles explica que Pitágoras asociaba números a conceptos como justicia, que es el número cuatro, o matrimonio, que es el cinco, ya que expresaba la unión del macho con la hembra (el número del macho es el tres, y el de la hembra es el dos), pero esta teoría es en realidad más complicada.

jueves, 20 de febrero de 2020

Pitágoras, hijo de Menesarco

Pitágoras parece haber sido un hombre bastante misterioso. Como Sócrates, no dejó más que huellas, y en todo caso ningún escrito. Algunos dicen que ni siquiera existió, señalando que su nombre, pythia y agoreuein, significa literalmente «palabras del oráculo». 

Sin embargo, para tratarse de una figura mítica, hay muchos detalles prácticos registrados. Veamos, pues, si Pitágoras, hijo de Menesarco, fue el verdadero padre de la filosofía occidental. La historia comienza en algún momento, no se sabe exactamente cuándo, del siglo VI a. C., cuando Pitágoras, un isleño originario de Samos, regresa a casa después de años de viajar por el mundo, incluyendo Egipto (donde al parecer fue iniciado por los sacerdotes en los secretos de su instrucción) y el misterioso «Este», hogar de los persas y de los Reyes Magos caldeos, así como de los brahmanes de la India. 

Samos, sin embargo, había caído bajo el poder de un tirano, de modo que fue finalmente en el sur de Italia, en Crotona, donde Pitágoras fijó su establecimiento. Los autóctonos de aquella época eran conocidos por su autoindulgencia y ociosidad, pero en lugar de mantener un perfil bajo como extranjero, Pitágoras se ofreció a instruirlos en los méritos de la vida sencilla. Gracias a él, pronto vieron la luz los jóvenes del gimnasio, las mujeres de la ciudad y los adultos del Senado, por lo menos según el historiador Jámblico, que escribió sobre esto ochocientos años después de los hechos. 

Seiscientos de ellos se convirtieron en sus discípulos y se dedicaron con él a la búsqueda de la sabiduría. Se les pedía que vivieran en comunidad y con sencillez. 

Pitágoras tenía reglas estrictas y exigía a sus seguidores que vivieran de acuerdo con ellas. La primera era el silencio. «Él, Pitágoras, lo ha dicho» era lo único que necesitaban saber en su búsqueda de la sapiencia. Según Jámblico, que escribió en el siglo III de nuestra era, a los monjes más jóvenes no se les permitía ver a Pitágoras, y lo escuchaban hablar a través de un velo. Se supone que las conferencias que daba (como los consejos del Oráculo de Delfos) consistían en breves palabras como éstas: No colabores para desmontar una carga, pero ayuda a montarla. Pon siempre el zapato primero en el pie correcto. No hables en la oscuridad. Cuando hagas un sacrificio, hazlo con los pies desnudos. 

Sólo a algunos discípulos muy avanzados, después de años de paciente aprendizaje, se les permitía hablar e incluso formular preguntas. Entre otras reglas del pitagorismo, tan ridiculizadas por los filósofos posteriores, estaban éstas: Abstenerse de las judías; No tocar nunca un gallo blanco; No permitir que las golondrinas aniden en el tejado de la propia casa; No mirar un espejo al lado de una luz; No remover la lumbre con hierro. Cuando el puchero se quita de la lumbre, no dejar su marca en la ceniza, sino removerla. De manera similar, al levantarse por la mañana, enrolla las sábanas y haz desaparecer la huella del cuerpo, y, finalmente, no te extravíes en la dicha. 

Russell agrega lo siguiente, y dice que todas las reglas pitagóricas eran en realidad «primitivas concepciones tabú». 
«Él, Pitágoras, lo ha dicho» era lo único que necesitaban saber. 

No recoger lo que se ha caído. 
No romper el pan ni comer una hogaza entera. 
No caminar por la carretera. 
No coger guirnaldas. 
No comer el corazón de los animales. 
No sentarse en una medida de cuarto.

martes, 18 de febrero de 2020

Pitágoras en la historia

Pitágoras (c. 570-495 a. C.) «es uno de los hombres más interesantes y complejos de la historia», escribe Bertrand Russell en su Historia de la filosofía occidental. 

«Las tradiciones que tienen que ver con él no sólo constituyen una mezcla inextricable de verdad y falsedad, sino que incluso las más aceptadas y menos disputadas de entre ellas nos presentan una psicología bastante curiosa. Se le puede describir, brevemente, como una combinación de Einstein y Mrs. Eddy (*).

Fundó una religión, cuyos dogmas principales eran la transmigración de las almas y la pecaminosidad de comer judías. Su religión se encarnó en una Orden religiosa, que en algunos lugares tomó las riendas del Estado, y estableció una “Regla de los Santos”». 

Russell nos dice que aunque la teoría de Pitágoras de que «todas las cosas son números» es literalmente un sinsentido, «lo que quería decir no es un sinsentido exactamente». Le atribuye al antiguo filósofo útiles descubrimientos como las nociones matemáticas de la «media armónica», la «progresión armónica», el concepto de «números cuadrados», así como la posibilidad de convertirlos en «cúbicos». 

Concluye así: No conozco a ningún otro hombre que fuera tan influyente como él en la esfera del pensamiento. Digo esto porque lo que aparece como platonismo, al analizarlo, descubrimos que en esencia es pitagorismo. La misma concepción de un mundo eterno, revelado al intelecto pero no a los sentidos, se deriva de él. De haber sido por él, los cristianos no hubieran pensado en Cristo como en el Verbo, del mismo modo que los teólogos no hubieran buscado pruebas lógicas de Dios o de la inmortalidad. Es un tributo notable. ¿Pero es posible que sea verdad?

(*) Mary Bokers Eddy (1821-1910) fue la fundadora del nacimiento ciencia cristiana. Escribió varios libros.

viernes, 14 de febrero de 2020

Ética Aristotélica

¿Y qué hay de la ética aristotélica, todavía hoy tan estudiada en los departamentos de filosofía, aunque ya no se lea en la iglesia? 
Muchas de las doctrinas generalmente atribuidas a Aristóteles, como por ejemplo el mérito de cumplir con la «función» que te es propia, cultivar las «virtudes» (ver «ética de la virtud») o el «justo medio» entre dos extremos indeseables, son en realidad mucho más antiguas. De hecho, Platón nos presenta estas mismas ideas de un modo mucho más poderoso y convincente. 

Hay, sin embargo, diferencias importantes entre la ética de Platón y la de Aristóteles. Los puntos de vista de este último sobre la moral se exponen sobre todo en su Ética a Nicómaco, donde comienza con una investigación acerca de las opiniones personales sobre el tema «del bien y el mal» para averiguar qué términos se utilizan, a la manera de un antropólogo social. Platón muestra claramente su desprecio por este tipo de aproximación. La Ética a Nicómaco incluye una relación de lo que los griegos consideraban las grandes virtudes, ejemplificadas por el hombre «magnánimo» o el «alma recta», una persona que, según nos dicen, hablará con voz profunda y templado tono, y que tampoco ha de ser excesivamente modesta. La idea principal es que el fin propio de la humanidad (o más bien el de los aristócratas) es la búsqueda de la eudaimonia, la concepción griega de una clase particular de «felicidad». «No hay nada que sea más absolutamente necesario», escribe en el Libro 2 de la Política, «que asegurar una vida desahogada a los ciudadanos más distinguidos, y hacer de manera que la pobreza no pueda venir en daño de la consideración que se les debe, ya como magistrados, ya como simples particulares». 

Esta búsqueda incidía en tres aspectos: además del mero placer, estaba el honor político, y las recompensas de la contemplación. Principalmente, claro, la filosofía (pero también valían las listas de animales). En el siglo XVII, Thomas Hobbes diría que fue este método el que perdió a Aristóteles, ya que, al intentar basar la ética en «los apetitos humanos», eligió una medida con la cual no pueden establecerse distinciones entre lo correcto y lo incorrecto. De hecho, cabe destacar al pasar que Hobbes consideraba a Aristóteles un gran tonto, y protestaba continuamente contra los «alocados» y «diletantes» «Antiguos», refiriéndose con ello a uno solo: Aristóteles. Lo cual es una suerte de tributo. 

Pero volvamos a la malévola rima de Teócrito. Curiosamente, la causa de que Hermias (un mercenario y luego un déspota) abandonara este mundo fue que lo sometieron a torturas hasta la muerte. Como se había negado a traicionar a sus amigos, entre ellos Aristóteles (que se había casado con la sobrina de Hermias y había sido muy favorecido por él), Aristóteles le estaba muy agradecido. Al escribir un himno sobre él, Aristóteles se desdijo de una afirmación suya que vale la pena citar: la de que, de las cosas de la tierra, la que envejece más rápido es la gratitud. Esta pequeña herida autoinfligida a su propio corpus de conocimiento filosófico no le causó oprobio, ya que, según estima Diógenes, tenía 445.270 líneas más. Pero, como ahora sabemos, muchas de ellas también eran incorrectas.

jueves, 13 de febrero de 2020

Primeros Analíticos


En cuando al logro de Aristóteles en lógica, yace en el fundamento de las «leyes del pensamiento»:
El principio de identidad: todo lo que es, es.
El principio de no contradicción: nada puede ser y no ser a la vez.
El principio del tercero excluido: todo tiene que ser o no ser.
Sólo en filosofía puedes hacerte famoso con afirmaciones tan obvias como éstas. Sin embargo, también se explayó sobre este tema para producir una elaborada serie de «argumentos», algunos de los cuales dice que son «válidos» y otros «no válidos». El tratado llamado Primeros analíticos constituye el primer registro sistemático de lógica formal, y realmente siguió siendo la única «lógica» hasta el siglo XIX, cuando Frege la desechó en su mayor parte. 

La lógica aristotélica era lo suficientemente poderosa como para demostrar, entre otras cosas, que si Sócrates era un hombre, y los hombres son todos mortales, Sócrates también debía ser mortal. Lo que el mismo Aristóteles parece no ver, sin embargo, es la naturaleza convencional de las suposiciones. En el mundo real, las cosas pueden a la vez «ser» y «no ser», y a veces incluso estar en el medio. Una roca es a la vez grande y pequeña, dependiendo del punto de vista, e incluso puedes descubrir que no es en absoluto una roca, si la miras de cerca y te das cuenta de que está hecha de tierra. Sin embargo, el orgullo de pensar que el mundo está sometido a reglas, y de que estas reglas pueden ser dictadas por hombres como Aristóteles, el aristócrata, es muy seductora y, muchos dirían, también muy útil.

martes, 11 de febrero de 2020

Enseñanzas Aristotélicas


Cuando, a principios del siglo V, la propia Roma cayó en poder de los «bárbaros», los manuscritos de Aristóteles que se habían conservado,  fueron a parar a Persia, donde los árabes los preservaron durante la «época oscura» de Europa. Así fue como el cristianismo reformado logró recuperarlos del «infiel», traduciendo los libros al latín durante los siglos XII y XIII. Y fue entonces cuando Aristóteles comenzó a suplantar a Platón como «el Filósofo». En realidad, sus opiniones empezaron a ser consideradas como revestidas de una autoridad casi divina: todo lo que Aristóteles afirmaba era sin duda cierto. En su auge, de acuerdo con Gil de Roma incluso había iglesias en las que cada domingo se leía la Ética de Aristóteles en lugar de los evangelios. Así que ¿en qué consisten las enseñanzas aristotélicas que los persas guardaron celosamente durante centurias y que se han convertido en el texto fundacional de la cultura europea? Ya que si Aristóteles ejerció escasa influencia sobre Alejandro Magno, la tuvo ciertamente mucho mayor mil años  después.

Los manuscritos, conservados por los persas, contenían las enseñanzas Aristotélicas sobre política, lógica y ética.

Las líneas generales de la teoría política aristotélica, entonces, pueden resumirse en que la sociedad debe construirse teniendo en cuenta las formas más y menos elevadas del ser humano. 

  • Las mujeres son inferiores a los hombres.
  • Los bárbaros («extranjeros») son inferiores a las razas civilizadas.
  • Los esclavos son inferiores a todos.

Ciertamente, es así como pensaba también la mayoría de sus compañeros aristócratas de la Grecia de ese tiempo. Pero la contribución de Aristóteles fue asegurar que la misma idea básica se perpetuara en el mundo occidental durante la Edad Media y que todavía hoy se sientan sus ecos, sobre todo en el islam conservador.

viernes, 7 de febrero de 2020

Los Peripatéticos

De regreso a Atenas, Aristóteles inauguró una escuela llamada «peripatética», palabra tomada del griego «pasear», «caminar», porque Aristóteles, según se dice, solía dar sus conferencias al aire libre, mientras caminaba. Lo hiciera o no, parece haberse asegurado de que todos sus pensamientos quedaran por escrito. 
A lo largo del tiempo, la escuela del paseo reunió una considerable biblioteca de manuscritos, la cual, se supone, sirvió finalmente como piedra de toque de la gran Biblioteca de Alejandría. 
Esta biblioteca, sin embargo, fue destruida en 391 por orden del obispo Teófilo de Alejandría, quien afirmó que se trataba de un «templo pagano», pero afortunadamente para Aristóteles, unos soldados del ejército romano encontraron una colección separada de sus manuscritos en un pozo, en Asia Menor, alrededor de 80 d. C. como estaban bien organizados, los romanos los llevaron a Italia, donde fueron cuidadosamente copiados.

jueves, 6 de febrero de 2020

El crimen de Aristóteles

Aunque a veces se considera a Aristóteles como un precursor de Darwin en su teoría de que el diseño de toda la naturaleza puede entenderse considerando el «propósito» último o «final», Platón también había explicado el mundo en términos de inclinación de los objetos para ocupar su lugar adecuado (las piedras al caer, el fuego al extenderse, y así sucesivamente). En realidad, en uno de sus diálogos, el Timeo, Platón ofrece una teoría de evolución regresiva, en la cual el hombre, creado directamente por los dioses, degeneró rápidamente: primero en la mujer, y luego en los diversos estratos de los animales del mundo. Al menos Aristóteles no sigue a su maestro Platón en este aspecto. Pero cuando describe la naturaleza del espacio y del tiempo, su cosmología es siempre conservadora. 
Pensaba que las «esferas celestes» de Ptolomeo no eran una simple metáfora, sino que se trataba de esferas de cristal de verdad, y calculó que para que el cielo funcionara correctamente debían existir unas cuantas más, llegando finalmente al poco elegante número de cincuenta y cuatro esferas. 

El movimiento de los objetos celestes era constante, uniforme y circular, ya que las esferas rotaban suavemente en lo que él llamó «éter». El «vacío», sostuvo, era absurdo, e incluso si de alguna manera había vacío, el movimiento en este medio resultaría imposible. Como la Tierra era el centro del universo, todo se disponía a su alrededor formando capas. Sobre la Tierra, todas las cosas son cambiantes y corruptibles, mientras que en los cielos todo es permanente e inmutable. El agua estaba sobre la tierra, el aire sobre el agua, y el fuego arriba de todo. Que esto era realmente así podía confirmarse mediante la observación: un objeto conformado mayormente por tierra, como una roca, caería si se lo suspende en el aire; las gotas de agua caen en forma de lluvia; las burbujas de aire atrapadas en el agua se impulsan hacia arriba, como hacen las llamas del fuego. 

A Aristóteles también le parecía obvio que, cuanto más pesado era un objeto, más rápido caería. Un simple experimento práctico demuestra que esto es falso, pero a pesar de todo este error bloqueó el progreso en la física hasta que Galileo y Newton lograron demostrar que se trataba de una imposibilidad lógica y no sólo empírica. 

Así, Aristóteles consideró y rechazó la teoría de Demócrito de que las cosas están hechas de átomos, deteniendo el desarrollo de la química durante doscientos años. 

Por una extraña simetría, como observó el científico John Tyndall en el siglo XIX, casi parecía que sus afirmaciones eran tomadas en mayor consideración como correctas cuanto más incorrectas eran realmente. 

Puso palabras en lugar de cosas, y sujetos en lugar de objetos. Predicó la inducción sin practicarla, invirtiendo el verdadero orden de la investigación, pasando de lo general a lo particular, en lugar de desde lo particular a lo general. Convirtió el universo en una esfera cerrada, en el centro de la cual colocó a la Tierra, demostrando a partir de principios generales, para su propia satisfacción y para la del mundo durante los siguientes dos mil años, que no era posible ningún otro universo. Sus nociones de movimiento eran completamente contrarias a la física. Era natural o antinatural, mejor o peor, tranquilo o violento, sin ninguna concepción verdaderamente mecánica sobre ello en el fondo de su mente. Afirmó que el vacío no podía existir, y demostró que, de ser posible su existencia, en él sería imposible el movimiento. 

Determinó a priori cuántas especies de animales deben existir, y mostró a partir de principios generales por qué los animales tenían tales o cuales partes. O, como diría más tarde Karl Popper: «El desarrollo del pensamiento desde Aristóteles podría resumirse, pienso, diciendo que cada disciplina permaneció detenida en un estado de verborrea vacía y de estéril escolasticismo mientras utilizó el método aristotélico de definición, y que el grado en que las diversas ciencias hayan conseguido algún progreso depende del grado en que fueron capaces de deshacerse de ese método esencialista». 
Popper añade que el énfasis que puso Aristóteles en las definiciones llevó primero a unas distinciones «escolásticas» vacías, y luego —lo que es peor—a una desilusión por la razón misma. Éste, dice Popper, es el gran crimen de Aristóteles. 

Quizá fue una suerte para el progreso, entonces, que los estudios de Aristóteles se vieran interrumpidos por un requerimiento real para que volviera a Macedonia para ayudar a educar a Alejandro Magno, el heredero al trono macedónico. Al parecer su principal misión consistió en preparar y copiar una versión especial de la Ilíada destinada al joven guerrero. No hay indicios de que Alejandro compartiera ninguna otra actividad con su maestro.

martes, 4 de febrero de 2020

Platón: La República, una conclusión alternativa


Los críticos de Platón que se quejan de que su sociedad «ideal» es, aparentemente, también militarista y, en realidad, un estado fascista, con censura y una economía rígidamente controlada —para nada ideal—, quizá se sorprendan al encontrar en esta lectura alternativa de La República a un Platón bastante satisfecho de estar de acuerdo con ellos. 

Puede que no hayan tenido en cuenta que la república que describe no es su república ideal, sino sólo el resultado de las exigencias alimentarias que plantea Glaucón en nombre de los ciudadanos, un error de base (por así decirlo) que el mismo Sócrates evita. Y ciertamente los antiguos griegos tenían entre ellos a muchos vegetarianos. Además de Plutarco, uno de los sacerdotes griegos de Delfos (cuyo ensayo «Acerca de comer carne» está considerado un clásico de la literatura, si no de la filosofía), también está Pitágoras, cuyas palabras parecen anticipar misteriosamente las de Platón. «¡Oh, amigos míos!», exclama Pitágoras: No ensuciéis vuestro cuerpo con comidas pecaminosas. Tenemos maíz. Tenemos manzanas que cuelgan de las ramas a causa de su peso, y uvas rebosantes en las vides. Hay hierbas de suave sabor, y vegetales que se pueden cocinar y ablandar en el fuego.  
Tampoco se nos niega la leche, ni la miel perfumada de tomillo. La tierra te prodiga con un generoso suministro de riquezas, de alimentos inocentes, y te ofrece banquetes que no involucran sangre ni matanzas. 
¿Debemos pensar, pues, que La República trataba no tanto de la concepción del propio Platón sobre el Estado, como más bien de la de Pitágoras? ¿Se trata de un intento de Platón de integrarse en un antiguo debate entre los griegos vegetarianos, más que de la obra de planificación política por la que se la toma hoy en día? 

Pero ¿acaso la cuestión más importante es si sólo los vegetarianos pueden hacer filosofía, o si, de hecho, la filosofía sólo es necesaria para los no vegetarianos? 

La respuesta se pierde entre las brumas del Monte Olimpo. Lo que parece cierto, sin embargo, es que La República de Platón, aunque magnífica, no debe considerarse como una tesis filosófica consistente. 
Quizá, como ocurre con otros diálogos, puede ser leída más bien como una mera colección de fragmentos y anécdotas divertidas hilvanados por alguien que en realidad también podría haber estado haciendo poesía. Y (lo que es aún más extraño), aunque pensemos en Platón como en el severo titiritero de Sócrates, al que encontramos muy ocupado en La República prohibiendo la música y la poesía, desalentando el amor y confinando el sexo meramente al objetivo de tener hijos, en un diálogo un poco posterior titulado El banquete, o «fiesta de la bebida», Platón nos presenta un cuadro bastante diferente. Aquí, un alegre Sócrates recuerda las palabras de una sabia mujer, Diotima, que corrigiera sus perspectivas juveniles sobre la filosofía y que le enseñara, por el contrario, que el amor, así como la poesía que de él se ocupa, es un escalón en el camino del entendimiento y de la apreciación de la belleza y la bondad. En realidad va más allá: el amor es la única manera de percibir las formas ideales de la belleza y de la bondad. Aquí, la Teoría de las Formas en sí misma, en adelante siempre atribuida a Platón, se le acredita totalmente a Diotima. Y no contento con esta muestra de autodemolición, Platón hace que su personaje de Sócrates (los historiadores creen que Sócrates, por aquella época, nunca dejó Atenas, y este banquete se celebró en las afueras de la ciudad) formule alabanzas hacia el amor personal de un modo que contrasta fuertemente con su severa defensa habitual de las relaciones «platónicas». Después de describir la fiebre psicológica que puede generar la presencia física del amado, las mismas fiebres que en La República eran condenadas por «tiránicas», ¡dice que sólo ellas pueden prevenir a las «alas del alma» de resecarse y envilecerse! 
O quizá tenga algo que ver una carta, a veces atribuida a Platón, en la que se declara que los textos que todo el mundo le adjudica a éste fueron en realidad escritos por Sócrates. Es aquí, en la controvertidamente llamada «Segunda epístola», donde Platón se revela como el verdadero filósofo, y Sócrates se convierte (de forma bastante tardía) en su aprendiz. De este modo es Platón, y en absoluto Sócrates (como se hace constar convencionalmente en las historias de la filosofía), el que evita sabiamente la forma escrita inferior.