martes, 20 de noviembre de 2012

Los tres tesoros de Lao Tzu – Segunda parte: FILIA


Una de las curas para el EROS indómito es la FILIA desatada.

La filia es el amor sin eros: su arquetipo es el desinteresado vínculo que se crea entre dos amigos. De ahí que los sabios de la antigüedad celebran la amistad como uno de los mayores regalos de nuestra existencia como seres sociales. Aristóteles enlazó las virtudes de la amistad extensamente en la Ética, mientras que Confucio hacía esta pregunta retórica en el primer capítulo de sus Analectas: “Que los amigos vengan de lejos a visitarnos, ¿no es una delicia?”.

Efectivamente, la amistad es deliciosa, y uno de los elementos que la hace deliciosa es el amor que caracteriza el vínculo de la amistad. La amistad no conoce días malos, el vínculo de la filia se caracteriza por la clase de amor que nada exige al otro, al tiempo que le brinda amistad con regocijo.

La filia es un vínculo feliz porque proporciona placer sin atadura eróticas. Hace las delicias del corazón sin alimentar el ego. Resiste a la corrupción. Está muy cerca del Tao, y por eso Lao Tzu la valora tanto.

La filia amplía el alcance de nuestro amor, permitiéndonos amar a muchos más seres y actividades sin que por ello vayan a ponerse celoso unos de otros.
Recordemos que Filosofía significa “amar a la sabiduría”. Siendo así, quizá te preguntes por qué hay (y hubo) filósofos muchos más felices que otros. ¿Por qué Lao Tzu, Buda y Sócrates gozaron de tanta serenidad? ¿Por qué Arthur Schopenhauer, Karl Marx y Friedrich Nietzsche fueron tan  desesperadamente desdichados? Quizás tuviera que ver con la notable diferencia entre sus respectivas maneras de amar la sabiduría. Si amar a alguien o algo te hace infeliz, o bien hay un problema con el objeto de tu amor o bien el problema radica en la manera que lo amas. En el caso de la filosofía, la sabiduría no es culpable, entonces, ¿cómo la amamos? ¿Con filia o eros? ¿Estamos exigiendo a la sabiduría cosas para las que no tiene respuesta? En tal caso no somos filósofos sino “erosófos”. Si amas la sabiduría como es debido, serás feliz; si lo haces mal, infeliz. La elección es tuya.

Nota: Las ideas principales de este texto se tomaron del libro El Poder del TAO (de Lou Marinoff, autor de Más Platón y Menos Prozac) Capítulo 7. 


Feliz semana.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Los tres tesoros de Lao Tzu – Segunda parte: EROS


Poema 67 del Tao Te Ching:
Tengo tres tesoros…
El primero se llama amor.

Al comparar diferentes traducciones de Tao Te Ching nos encontramos con una reveladora lista de sinónimos que designa el primer gran tesoro de Lao Tzu: Amor, misericordia, compasión y cariñosa amabilidad. Todos apuntan a una misma dirección: el amor desinteresado e incondicional.

Es sorprendente que al mismo tiempo que Lao Tzu concibiera y practicara el amor compasivo en la Antigua China, exactamente en el mismo momento en que Siddharta Gautama (Buda) concebía y practicaba el amor compasivo en la antigua India.

Ahora bien, desde una perspectiva más occidental nos encontramos con que los griegos identificaron cuatro tipos de


Los griegos antiguos identificaron cuatro clases de amor: eros, filia, storge y ágape.
Para ellos, eros significa algo más que amor erótico; designaba el apetito de cualquier placer, incluidas las ganas de gozar la vida. En este sentido más amplio, todos los seres vivos tienen instintos eróticos. Cada vez que nos esforzamos en sobrevivir, comer, beber, estar alegres o amar y ser amados, estamos manifestando un apetito primordial por la vida: eros. Pero la búsqueda del eros también puede acarrear dolor además de placer. En los casos peores, puede incluso conducir a la muerte. Si reflexionamos sobre las grandes historias de amor, como Romeo y Julieta o Trstán e Isolda, no tendremos más remedio que admitir que cuando el amor erótico alcanza su cúspide romántica, desciende al valle de la muerte. Así pues, quienes buscan con más ahínco las mayores emociones en las cotas máximas del erotismo también son los más propensos a correr grandes riesgos, aumentando sus posibilidades de sufrir heridas graves o morir.

En cualquier caso, los exquisitos placeres del amor romántico, que tan breves parecen por su duración, suelen estar más que contrarrestados por el terrible dolor de un corazón partido, que parece persistir para siempre.
Este desequilibrio –unos pocos momentos fugaces de dicha seguidos por una angustia aparentemente eterna- se debe a la naturaleza efímera del amor erótico.

Desde un punto de vista práctico, el primer tesoro significa hacer un esfuerzo para experimentar con formas de amor distintas del eros, formas cada vez más desinteresadas y compasivas, y por consiguiente inmune a los inevitables sufrimientos del apetito posesivo, obsesivo o adictivo.

La próxima semana seguimos con las otras clases de amor filia, storge y ágape, de modo de investigar si alguno se parece al gran tesoro de Lao Tzu.

Feliz fin de semana.