viernes, 31 de enero de 2020

Platón - El Estado de lujo

Luego de describir a una Ciudad Sana, Sócrates es tentado por Glaucón para que describa una Ciudad de Lujo.
¡Oh, vergüenza! Pero Sócrates está listo para la malsana tarea que se le encomienda. 

SÓCRATES: Entonces ya no se contará entre las cosas necesarias solamente lo que antes enumerábamos, la habitación, el vestido y el calzado, sino que habrán de dedicarse a la pintura y el bordado, y será preciso procurarse oro, marfil y todos los materiales semejantes, ¿verdad? 

GLAUCÓN: Cierto. 

SÓCRATES: Hay, pues, que agrandar la ciudad. Porque aquélla, que era la sana, ya no nos basta; será necesario que aumente en extensión y adquiera nuevos habitantes, que ya no estarán allí para desempeñar oficios indispensables; por ejemplo, cazadores de todas clases y una plétora de imitadores, aplicados unos a la reproducción de colores y formas y cultivadores otros de la música, esto es, poetas y sus auxiliares, tales como rapsodas, actores, danzantes y empresarios. También habrá fabricantes de artículos de toda índole, particularmente de aquellos que se relacionan con el tocado femenino. Precisaremos también de más servidores. ¿O no crees que harán falta preceptores, nodrizas, ayas, camareras, peluqueros, cocineros y maestros de cocina? Y también necesitaremos porquerizos. Éstos no los teníamos en la primera ciudad, porque en ella no hacían ninguna falta, pero en ésta también serán necesarios. Y asimismo requeriremos grandes cantidades de animales de todas clases, si es que la gente se los ha de comer. ¿No? 

GLAUCÓN: ¿Cómo no? 

SÓCRATES: Con ese régimen de vida, ¿tendremos, pues, mucha más necesidad de médicos que antes? 

GLAUCÓN: Mucha más. 

SÓCRATES: Y también el país, que entonces bastaba para sustentar a sus habitantes, resultará pequeño y no ya suficiente. ¿No lo crees así? 

GLAUCÓN: Así lo creo. 

SÓCRATES: ¿Habremos, pues, de recortar en nuestro provecho el territorio vecino, si queremos tener suficientes pastos y tierra cultivable, y harán ellos lo mismo con el nuestro si, traspasando los límites de lo necesario, se abandonan también a un deseo de ilimitada adquisición de riquezas? 

GLAUCÓN: Es muy forzoso, Sócrates. 

SÓCRATES: ¿Tendremos, pues, que guerrear como consecuencia de esto? ¿O qué otra cosa sucederá, Glaucón? 

GLAUCÓN: Lo que tú dices. 

SÓCRATES: No digamos aún si la guerra produce males o bienes, sino solamente que, en cambio, hemos descubierto el origen de la guerra en aquello de lo cual nacen las mayores catástrofes públicas y privadas que recaen sobre las ciudades. 

GLAUCÓN: Exactamente. La avaricia y el materialismo requieren no tan sólo la división del trabajo en general, sino también las distinciones de clase, un ejército y la creación de una élite dominante (los famosos guardianes platónicos).

jueves, 30 de enero de 2020

Platón - El estado ideal

En el diálogo La República, Platón nos  presenta su Estado ideal. Comienza bastante bien…

SÓCRATES: Ante todo, consideremos, pues, cómo vivirán los ciudadanos así organizados. ¿Qué otra cosa harán sino producir trigo, vino, vestidos y zapatos? Se construirán viviendas; en verano trabajarán generalmente en cueros y descalzos y en invierno convenientemente abrigados y calzados. Se alimentarán con harina de cebada o trigo, que cocerán o amasarán para comérsela, servida sobre juncos u hojas limpias, en forma de hermosas tortas y panes, con los cuales se banquetearán, recostados en lechos naturales de nueza y mirto, en compañía de sus hijos; beberán vino, coronados todos de flores, y cantarán laúdes de los dioses, satisfechos con su mutua compañía, y por temor de la pobreza o la guerra no procrearán más descendencia que aquella que les permitan sus recursos. 

GLAUCÓN: Pero me parece que invitas a esas gentes a un banquete sin companaje alguno. 

SÓCRATES: Es verdad. Se me olvidaba que también tendrán companaje: sal, desde luego; aceitunas, queso, y podrán asimismo hervir cebollas y verduras, que son alimentos del campo. De postre les serviremos higos, guisantes y habas, y tostarán al fuego murtones y bellotas, que acompañarán con moderadas libaciones. De este modo, después de haber pasado en paz y con salud su vida, morirán, como es natural, a edad muy avanzada y dejarán en herencia a sus descendientes otra vida similar a la de ellos. 

Pero Sócrates parece haber perdido el norte. ¡Higos y guisantes! La objeción de Glaucón plantea un serio inconveniente. «Sí, Sócrates», le dice ahora con sarcasmo, «y si tuvieras que alimentar a una ciudad de cerdos, ¿acaso no lo harías de la misma forma?».

SÓCRATES: Pues ¿qué hace falta, Glaucón?

GLAUCÓN: Lo que es costumbre. Es necesario, me parece a mí, que, si no queremos que lleven una vida miserable, coman recostados en lechos y puedan tomar de una mesa viandas y postres como los que tienen los hombres de hoy día.

SÓCRATES: ¡Ah! Ya me doy cuenta. No tratamos sólo, por lo visto, de investigar el origen de una ciudad, sino el de una ciudad de lujo. Pues bien, quizá no esté mal eso. Pues examinando una tal ciudad puede ser que lleguemos a comprender bien de qué modo nacen justicia e injusticia en las ciudades. Con todo, yo creo que la verdadera ciudad es la que acabamos de describir: una ciudad sana, por así decirlo. Pero, si queréis, contemplemos también otra ciudad atacada de una infección; nada hay que nos lo impida. Pues bien, habrá evidentemente algunos que no se contentarán con esa alimentación y género de vida; importarán lechos, mesas, mobiliario de toda especie, manjares, perfumes, sahumerios, cortesanas, golosinas, y todo ello de muchas clases distintas.

martes, 28 de enero de 2020

Platón - Encontrar la justicia

La República contiene la famosa alegoría de la caverna, una especie de experimento mental que describe a unos prisioneros encadenados instalados de cara a la pared de una cueva, en la cual sólo son capaces de ver unas sombras que desfilan ante ellos, pero que ellos toman por la realidad. Algunos de los prisioneros logran escapar de la caverna y ver el mundo tal como es, pero, cuando regresan, no consiguen convencer a sus encadenados compañeros de que las cosas que piensan que ven no son más que sombras engañosas y distorsionadas. Se trata de un peán a la «razón» sobre la convención o la mera creencia. 

En el mismo tenor, La República comienza con una firme declaración de Sócrates sobre que la Justicia debe ser entendida como la ordenación correcta de las cosas, como una suerte de armonía, y que la manera más fácil de verla es mediante la consideración de la organización del más grande de los artificios humanos: el Estado. Encontraremos la justicia, dice Platón, cuando cada uno haga su trabajo y se dedique a su propia tarea.

viernes, 24 de enero de 2020

Julio César

Julio César (100-44 a. C.) fue un general romano que ganó importancia en el siglo I a. C. tras conquistar lo que hoy en día es Francia, Bélgica y el oeste de Alemania. 
El Senado romano, liderado por Pompeyo, al sentirse amenazado por la creciente popularidad de Julio César, le ordenó disolver su ejército. Él se negó. Marchó con sus legiones hacia el Capitolio, cruzó el río Rubicón (un hito decisivo a partir del cual ya no había marcha atrás) e inició una guerra civil. 
Persiguió a sus enemigos por toda Europa y hasta Egipto, donde finalmente sería asesinado Pompeyo. Antes de salir de allí, se enamoró de Cleopatra y la hizo reina. 
Cuando volvió a Roma, instauró una dictadura. Fue asesinado en los res entre los que estaba su mejor amigo, Bruto.   

Alrededor de la figura de Julio César se han tejido innumerables leyendas. Cuando tenía sólo veintitantos años, fue capturado por los piratas en el Mediterráneo oriental. Después de que sus hombres pagaran el rescate, juntó un pequeño ejército con los líderes locales, localizó a sus captores y los crucificó. Años después, en el 62 a. C., cuando estaba ascendiendo en la jerarquía política romana, se vio sacudido por un escándalo. Un patricio llamado Publio Clodio fue descubierto participando en un ritual religioso al que tenían prohibido el acceso los hombres. La ceremonia tenía lugar en la casa de Julio César, y pronto se extendió el rumor de que su presencia allí se debía a que mantenía un lío con la mujer de Julio César, Pompeya. César sabía que eso no era cierto, y así lo comunicó, pero pese a ello se divorció asegurando que su mujer y familia no sólo debían ser honestos, sino además parecerlo. 

César fue nombrado dictador por el Senado en el curso de la guerra civil contra Pompeyo. Fueron tiempos críticos en los que se pensó que el líder necesitaría provisionalmente poderes especiales. Pero el estado de emergencia ya nunca se revocaría: la República nunca fue reinstaurada. César gobernó como dictador, pero tuvo cuidado de mantener la apariencia de que consultaba sus decisiones con el Senado (copado por sus aliados) y respetaba las tradiciones republicanas. Sin embargo, en los últimos años de su vida descuido estas costumbres, permitió que sus súbditos asiáticos lo adoraran como a un dios, y ordenó que se acuñaran monedas con su efigie (nunca antes se había hecho con una persona aún en vida) y la leyenda «Dictador perpetuo». Fueron esos honores gratuitos los que se cree que alimentaron el resentimiento que terminó por derrocarlo y costarle la vida. 

DATO DE INTERÉS: Tras una exitosa campaña militar en Asia, César pronunció una frase que se haría famosa: «Veni, vidi, vici» (Llegué, vi y vencí).

miércoles, 22 de enero de 2020

La Venus de Milo

La Venus de Milo es una de las esculturas más famosas de todos los tiempos. Recibió este nombre por haber sido descubierta por un campesino en la isla de Milo, en el mar Egeo, en 1820. Fue incautada por las autoridades turcas, que terminaron por vendérsela a un oficial naval francés. En 1821 fue entregada a Luis XVIII, que la donó al Museo del Louvre de París, donde puede ser visitada en la actualidad. 

La estatua, de 1,80 metros de altura, está esculpida en mármol de Paros y representa a Afrodita, la diosa griega del amor y la belleza, a la que los romanos llamaron Venus. Cerca se halló un brazo cincelado agarrando una manzana, que muchos expertos consideran perteneciente a la estatua. El mito cuenta que Paris de Troya dio una manzana de oro a la diosa para identificarla como la más bella.

Hay mucha controversia sobre el autor y la fecha de creación de la estatua. En un principio, el Louvre la consideró una escultura clásica (es decir, de los siglos V o IV a. C.), obra probablemente de Fidias o Praxíteles. Sin embargo, la base sobre la que fue hallada identifica al autor como Alejandro de Antioquia, originario de una colonia que no fue andada hasta después, en el período helenístico. Aunque los expertos del museo han terminado por ponerse de acuerdo en que pertenece a ese Período, aún se expone como obra de un artista desconocido. 

La Venus de Milo ha sido admirada por todo el mundo desde su descubrimiento. El dramaturgo británico Oscar Wilde narró la historia de un hombre que encargó fabricar una copia de yeso de la estatua y luego demandó a la compañía de ferrocarriles porque le llegó sin brazos. Lo que más sorprendió a Wilde, sin embargo, es que el tipo ganó el juicio. 

OTROS DATOS DE INTERÉS:
1. La estatua fue reclamada por Luis I de Baviera, que insistía en que fue hallada en un territorio que él compró en Milo en 1817. 
2. En 1964 fue expuesta en Japón, donde la vieron un millón y medio de personas que desfilaron ante ella por una cinta en movimiento.

viernes, 17 de enero de 2020

Alejandro Magno

Alejandro Magno (356-323 a. C.) nació en Macedonia, un reino montañoso en el norte de Grecia, y fue educado por el famoso maestro ateniense Aristóteles. Su padre, el rey Filipo II, había enriquecido su reino con las ciudades-estado griegas, incluida Atenas. Alejandro heredó la corona a los 20 años, al ser asesinado su padre en un teatro.   Como rey, Alejandro sobrepasó a su padre en tanto que artífice de una increíble sucesión de conquistas. Creó un imperio sobre la mayor parte del mundo mediterráneo de su tiempo, sometiendo a sus ejércitos, a partir de Macedonia, Grecia, Siria, Egipto, Mesopotamia y Persia. En 330 a. C., seis años después de acceder al trono, derrotó a Darío, el rey de Persia. Con el tiempo, extendería su imperio hasta India.

Su reinado acabó de forma abrupta al morir en Babilonia a los 33 años de edad. El imperio que había creado se lo repartieron sus oficiales, pero siguió en pie durante cientos de años hasta ser conquistado por los romanos. 
En su avance, Alejandro y sus tropas se toparon con nuevas civilizaciones de costumbres diferentes. En lugar de destruir sus culturas, los griegos las absorbieron. Así emergió una nueva cultura híbrida, conocida como helenismo. 

Por primera vez en la historia, una gran parte del sureste de Europa y de Oriente Próximo compartían lengua y base cultural. El griego continuó siendo la lengua franca del mundo antiguo durante siglos; los libros del Nuevo Testamento se escribieron en este idioma. El fermento cultural que extendieron las tropas de Alejandro continúa siendo tal vez su legado más importante a la posteridad. Alejandro sigue despertando un gran interés hoy en día. 
Los historiadores contemporáneos han continuado investigando sobre su despiadada forma de dirigir sus ejércitos, su amor por los caballos, sus estudios filosóficos e incluso, más recientemente, su orientación sexual. 

OTROS DATOS DE INTERÉS:
1. De niño, Alejandro estaba descontento con las conquistas de su padre. Según cuenta Plutarco, le entristecía que cada vez hubiera menos reinos que conquistar para cuando él llegara a rey. 

2. Tras dominar Egipto, fundó la ciudad de Alejandría en la costa mediterránea. Es tan sólo una de las decenas de ciudades a las que puso su nombre. Pero en ella construyeron los griegos una gigantesca biblioteca para albergar miles de pergaminos, que ardería siglo después reduciendo a cenizas un enorme acopio de conocimiento sobre el mundo antiguo. 

3. Alejandro fue un cazador insaciable; según se afirma, abatió 4000 animales, incluidos leones, durante una sola cacería en lo que hoy en día es Uzbekistán. Los antiguos griegos usaban para estas lides lanzas, redes y poco más.

jueves, 16 de enero de 2020

El paraíso perdido

El paraíso perdido (1667) es un poema épico escrito por John Milton que recoge una amplia y detallada interpretación de la pérdida de la inocencia descrita en el libro bíblico del Génesis. Está considerado uno de los mejores poemas épicos en lengua inglesa. La 

obra maestra de Milton no es importante sólo como hito de la literatura occidental, sino también por su influencia en la Reforma protestante. Está escrito en verso suelto (en concreto, en pentámetro yámbico sin rima, una estructura de cinco pies de dos sílabas por línea), como el que empleó Shakespeare en muchas de sus obras. 

Sin embargo, Milton enriqueció sus posibilidades y aplicaciones, de igual forma que usó de forma profusa los símiles épicos, un tipo de comparación prolija y compleja que Homero y otros poetas clásicos habían utilizado con frecuencia en sus textos épicos.   

Empieza justo tras la rebelión de Satán y otros ángeles caídos contra Dios, una guerra que Perdieron en el Cielo. A modo de castigo, el Señor os desterró al infierno. Sedientos de venganza, Satán y sus acólitos decidieron intentar corromper a la humanidad, la más preciosa creación divina. Para ello, Satán se escabulle del infierno y se cuela en el Edén. Mientras Adán y Eva duermen, se disfraza de sapo y le susurra a ella al oído sembrando así las semillas de su descontento. A sabiendas de lo que planea Satán, Dios envía a su ángel Rafael para avisar a Adán. Cuando Satán vuelve al Edén, se encuentra con que Eva ha convencido a Adán para que la deje trabajar sola. Disfrazado de serpiente, la convence a fuerza de astucia y halagos para que desobedezca a Dios y pruebe el fruto del Árbol del Conocimiento. Adán, desolado por lo que ha hecho Eva, toma la decisión consciente de seguir sus pasos, pues prefiere estar con ella en su desgracia que seguir viviendo en el Edén sin su compañía. 
Tras una visita del arcángel Miguel, que le muestra a Adán una visión de las desgracias que le aguardan a la humanidad, ambos abandonan el Edén «de la mano», «llorando, con pasos lentos y titubeantes». 

Los malos suelen ser los personajes literarios más interesantes, y esta obra no es una excepción. Satán es la figura más compleja, fascinante y categórica. 
Es un antihéroe que despliega clarividencia, liderazgo y elocuencia, pero emplea estas habilidades con fines egoístas y para saciar su orgullo. Además, no representa un mal ciego sino muy consciente de sí mismo, atormentado por la certeza desgraciada de que Dios lo ha desterrado. A la postre, aparece como una figura trágica, un giro teológico que provocó que muchos de sus detractores acusaran a Milton, literalmente, de sentir excesiva simpatía por el diablo. 

OTROS DATOS DE INTERÉS 
1. Milton perdió la vista (posiblemente por un glaucoma), de forma que en 1654 tuvo que empezar a dictar su obra a un ayudante. 
2. Tras El paraíso perdido escribió El paraíso recuperado (1671), que relata la historia narrada en el Nuevo Testamento sobre el enfrentamiento de ]esús con Satán durante los 40 días que pasó en el desierto.

miércoles, 15 de enero de 2020

Platón

Platón (h. 427-347 a. C.) nació en la Atenas del siglo V en el seno de una familia adinerada. De un joven de su condición se esperaba que estudiara política, pero Platón prefirió seguir los pasos de su mentor, Sócrates (470-399 a. C.), y convertirse en un filósofo. 

Los escritos filosóficos de Platón están estructurados a modo de diálogos en los que dos o más personajes discuten sobre un tema. La figura central en la mayoría es Sócrates. Dado que Platón nunca participa en los diálogos, los estudiosos se hacen una pregunta: ¿cuánto de lo que Platón pone en boca de Sócrates constituye en realidad parte de su pensamiento, y cuánto se limita sencillamente a informar sobre el de Sócrates? 
Muchos creen que los primeros diálogos platónicos constituyen un testimonio histórico preciso de las enseñanzas socráticas. Según estos estudiosos, más adelante Sócrates se convertiría en estas obras en un personaje literario al servicio de Platón.   

Platón es famoso sobre todo por su teoría de las formas, cosas abstractas e inmateriales a las que imitan los objetos físicos de nuestro mundo. Otra teoría muy conocida de este filósofo se basa en que el conocimiento no es otra cosa que recuerdo. Platón creía que el alma era inmaterial y existía antes de habitar el cuerpo. Es en esos momentos previos cuando el alma descubre las formas, cuando aún no se ha visto distraída o limitada por la percepción sensorial. Así, cuando un ser humano conoce algo se debe a que su alma recuerda lo que sabía antes de habitar su cuerpo. 

Platón dividía el alma en tres partes: la concupiscible (que desea placeres sensoriales como la comida, la bebida o el sexo), la irascible (que busca la gloria y los honores) y la racional (que ansia el conocimiento de las formas). 
En el diálogo La república, Platón describe lo que necesita un alma para ser justa, dibujando para ello una vasta analogía entre un alma justa y una ciudad justa. Una ciudad totalmente justa es la habitada por tres grupos de ciudadanos que se corresponden con las tres partes del alma, y que interactúan con armonía de la misma forma que éstas deberían hacerlo. En ambos casos, debería ser la parte racional la que dominara al conjunto. 

OTROS DATOS DE INTERÉS 
1. Platón sólo aparece en uno de sus diálogos, Apología, que describe el juicio por el que Sócrates es condenado a muerte. No abre la boca, pero su presencia indica que asistió al proceso. 
2. Platón fue el maestro de Aristóteles (384-322 a. C.).