jueves, 6 de febrero de 2020

El crimen de Aristóteles

Aunque a veces se considera a Aristóteles como un precursor de Darwin en su teoría de que el diseño de toda la naturaleza puede entenderse considerando el «propósito» último o «final», Platón también había explicado el mundo en términos de inclinación de los objetos para ocupar su lugar adecuado (las piedras al caer, el fuego al extenderse, y así sucesivamente). En realidad, en uno de sus diálogos, el Timeo, Platón ofrece una teoría de evolución regresiva, en la cual el hombre, creado directamente por los dioses, degeneró rápidamente: primero en la mujer, y luego en los diversos estratos de los animales del mundo. Al menos Aristóteles no sigue a su maestro Platón en este aspecto. Pero cuando describe la naturaleza del espacio y del tiempo, su cosmología es siempre conservadora. 
Pensaba que las «esferas celestes» de Ptolomeo no eran una simple metáfora, sino que se trataba de esferas de cristal de verdad, y calculó que para que el cielo funcionara correctamente debían existir unas cuantas más, llegando finalmente al poco elegante número de cincuenta y cuatro esferas. 

El movimiento de los objetos celestes era constante, uniforme y circular, ya que las esferas rotaban suavemente en lo que él llamó «éter». El «vacío», sostuvo, era absurdo, e incluso si de alguna manera había vacío, el movimiento en este medio resultaría imposible. Como la Tierra era el centro del universo, todo se disponía a su alrededor formando capas. Sobre la Tierra, todas las cosas son cambiantes y corruptibles, mientras que en los cielos todo es permanente e inmutable. El agua estaba sobre la tierra, el aire sobre el agua, y el fuego arriba de todo. Que esto era realmente así podía confirmarse mediante la observación: un objeto conformado mayormente por tierra, como una roca, caería si se lo suspende en el aire; las gotas de agua caen en forma de lluvia; las burbujas de aire atrapadas en el agua se impulsan hacia arriba, como hacen las llamas del fuego. 

A Aristóteles también le parecía obvio que, cuanto más pesado era un objeto, más rápido caería. Un simple experimento práctico demuestra que esto es falso, pero a pesar de todo este error bloqueó el progreso en la física hasta que Galileo y Newton lograron demostrar que se trataba de una imposibilidad lógica y no sólo empírica. 

Así, Aristóteles consideró y rechazó la teoría de Demócrito de que las cosas están hechas de átomos, deteniendo el desarrollo de la química durante doscientos años. 

Por una extraña simetría, como observó el científico John Tyndall en el siglo XIX, casi parecía que sus afirmaciones eran tomadas en mayor consideración como correctas cuanto más incorrectas eran realmente. 

Puso palabras en lugar de cosas, y sujetos en lugar de objetos. Predicó la inducción sin practicarla, invirtiendo el verdadero orden de la investigación, pasando de lo general a lo particular, en lugar de desde lo particular a lo general. Convirtió el universo en una esfera cerrada, en el centro de la cual colocó a la Tierra, demostrando a partir de principios generales, para su propia satisfacción y para la del mundo durante los siguientes dos mil años, que no era posible ningún otro universo. Sus nociones de movimiento eran completamente contrarias a la física. Era natural o antinatural, mejor o peor, tranquilo o violento, sin ninguna concepción verdaderamente mecánica sobre ello en el fondo de su mente. Afirmó que el vacío no podía existir, y demostró que, de ser posible su existencia, en él sería imposible el movimiento. 

Determinó a priori cuántas especies de animales deben existir, y mostró a partir de principios generales por qué los animales tenían tales o cuales partes. O, como diría más tarde Karl Popper: «El desarrollo del pensamiento desde Aristóteles podría resumirse, pienso, diciendo que cada disciplina permaneció detenida en un estado de verborrea vacía y de estéril escolasticismo mientras utilizó el método aristotélico de definición, y que el grado en que las diversas ciencias hayan conseguido algún progreso depende del grado en que fueron capaces de deshacerse de ese método esencialista». 
Popper añade que el énfasis que puso Aristóteles en las definiciones llevó primero a unas distinciones «escolásticas» vacías, y luego —lo que es peor—a una desilusión por la razón misma. Éste, dice Popper, es el gran crimen de Aristóteles. 

Quizá fue una suerte para el progreso, entonces, que los estudios de Aristóteles se vieran interrumpidos por un requerimiento real para que volviera a Macedonia para ayudar a educar a Alejandro Magno, el heredero al trono macedónico. Al parecer su principal misión consistió en preparar y copiar una versión especial de la Ilíada destinada al joven guerrero. No hay indicios de que Alejandro compartiera ninguna otra actividad con su maestro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario