martes, 8 de septiembre de 2020

Tomás de Aquino


Tomás de Aquino (1225-1274) tenía sobrepeso, sufría de hidropesía y tenía un ojo grande y otro pequeño, detalle que lo hacía parecer permanentemente ladeado. De niño se mantenía en silencio casi todo el tiempo y, cuando finalmente hablaba, por lo general lo que decía no tenía nada que ver con la conversación que se estaba sosteniendo. De modo que decidió hacerse filósofo y monje. 


En eso tuvo mucho éxito. De hecho, en 1323 Tomás fue canonizado (proclamado santo) por el papa Juan XXII, y en 1567 (con más pompa) fue reconocido como «doctor de la Iglesia», y en adelante sería llamado oficialmente «Doctor Angélico». 

En 1879, en el Concilio de Trento, cuando la Iglesia se enfrentaba al escepticismo de la revolución industrial, se recurrió, además de a la Biblia, a los escritos de Tomás. 

Después, el papa León XIII recomendó a Aquino ante los creyentes como su más seguro guía hacia los valores cristianos, y como lectura esencial para los estudiantes de teología.

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