viernes, 26 de abril de 2019

El lavaplatos

Y ahí estaba aquel hombre, de un poco más de un metro ochenta, muy tranquilo y apacible delante del fregador, lavando platos. No me lo creía, pero ya llevaba dos meses trabajando para el jefe, y siempre veía a Richard ahí, lavando los platos. Yo era el chofer, así que un día el jefe me pidió que llevara a Richard a una dirección. Cuando el jefe dio la orden, el hombre sin titubear, se quitó el delantal, tomo un bolso y nos fuimos. Al llegar se bajó y me dijo: -Espera aquí.

Pasó una hora y Richard bajó con su bolso y dos maletas. No pregunté, con el poco tiempo que tenía, había aprendido a no hacer preguntas. Abrí el maletero y con mucho cuidado las colocó. Cerré el maletero y le pregunté a donde iríamos ahora. Me dijo el nombre de una calle cercana. Al entrar en ella me hizo estacionar en frente de una carnicería. Bajó las maletas y entró con ellas. A los pocos minutos salió sin ellas y nos fuimos de nuevo al apartamento donde siempre se reunía la banda.

Al entrar el jefe gritó: ¿y bien?

-Todo quedó limpio jefe –gritó el hombre.

-¿Y el novato?

-Muy bien también.

El hombre se fue a la cocina, se puso su delantal, se fue al fregadero y comenzó a lavar los platos con tranquilidad. Yo me acerqué al jefe y este simplemente me dijo:

-Lavar platos lo relaja -hizo una pausa -¿Y a ti qué te relaja?

Cuentos cortos 
Leopoldo Avendaño F.

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