jueves, 19 de octubre de 2017

Un jardín inesperado

A mediados de 1942, un conductor de tranvías de la ciudad estadounidense de Baltimore tuvo una idea de aprovechar el tiempo que permanecía ocioso entre un viaje y el siguiente.
Dicho conductor, llamado Kenneth Smith, advirtió que la zona adyacente al terminal de la línea de tranvías –unos dos mil metros cuadrados-, estaba cubierta de maleza y que, entre viajes, el disponía de siete minutos libres.
Pese a lo escaso de este tiempo, Kenneth decidió emplearlo en algo útil y durante varias semanas lo dedicó a limpiar el referido terreno.
La tarea era fatigosa, sobre todo al mediodía, pero Smith no desmayó y, en los meses siguientes, sembró el lugar de robles y álamos que dieran sombra, y de rosas, margaritas, petunias, lirios y violetas que alegraran la vista y el olfato de quienes estuvieran allí.

Además construyó un pequeño camino para pasear por ese inesperado jardín que él, con cariño y dedicación, creó prácticamente de la nada, donde antes solo había maleza y matorrales. 

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