martes, 8 de mayo de 2012

¿Quién manda a quién?


Mucho se ha escrito acerca del cerebro, su funcionamiento, su importancia, etc. Y todos sabemos que es este quien controla nuestro cuerpo, ya sea de manera involuntaria o voluntaria.
Desde Sócrates se habla de conocimiento, y de su importancia para el ser humano; no hay nada a lo que se le de más importancia que nutrir nuestro cerebro, ya sea con conocimiento teórico o práctico.

Sócrates definió el conocimiento (sea teórico o práctico) como areté, por ejemplo, Si un zapatero quería ser buen zapatero (tener la areté del zapatero) debía conocer primero qué es un zapato, para qué se usa, cuál es su fin, el propósito que tiene el hombre cuando lo usa; conocido esto, hay que pensar qué forma debe tener el zapato y de qué materiales debe estar hecho; conocido esto, hay que pensar cuál es el mejor método de fabricarlo, qué habilidades hay que desarrollar para hacerlo bien. Cuando se tienen todos estos conocimientos y se han conseguido las habilidades requeridas, se tiene la areté del zapatero.

Ahora bien, con todo esto qué queremos decir, si yo tengo el conocimiento (o la areté) acerca de algo, yo puedo ejecutarlo y realizarlo efectivamente. Esto parece  relativamente sencillo, sin embargo, qué ocurre cuando nuestra mente parece tener vida propia, y aunque tenemos la areté para realizar alguna cosa, a la final no lo podemos hacer, nos paralizamos por “alguna” razón y no lo hacemos. En ese momento nos preguntamos, qué me pasó, por qué no lo hice, etc.

He aquí la pregunta de hoy: ¿quién manda a quién? ¿El cerebro nos manda o nosotros  mandamos al cerebro? ¿Es posible controlar el cerebro? En caso afirmativo ¿Qué es lo que lo controlaría?

He notado que nuestro pensar occidental está muy enfocado en el conocimiento, ya sea de saber las cosas o de hacerlas. Una alternativa oriental, que pareciera funcionar, es la meditación, sobretodo esa habilidad de aquietar la mente, o serenarla.
Serenar la mente puede darnos la claridad suficiente y necesaria para no dejarla divagar en el fantástico e infinito mundo de lo posible e imposible, en donde podemos vivir eterna e infinitamente infeliz. Sí, así es, podemos saber hacer muchísimas cosas, pero al mismo tiempo tener una mente que está solo ocupada en tonterías que no nos dejan hacer y mucho menos avanzar.

Si te ves en una situación en donde no entiendes qué sucedió, busca serenar tu mente e inténtalo de nuevo. Si es necesaria la ayuda pues por supuesto será bienvenida de buenas fuentes…

¡Feliz y serena semana!

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