La música tiene el poder de trascender las fronteras nacionales y lingüísticas; logra armonizar, elevar y unificar el corazón de las personas.
El monje budista Miao-lo [Zhanran, sexto patriarca de la escuela Tiantai], que vivió en la China en el siglo VIII, escribe en su Comentario sobre «Gran concentración e introspección»: «Primero se establecieron las enseñanzas sobre el decoro y la música, y luego se introdujo el Camino verdadero.»
En otras palabras, la difusión de la música, los ritos y las artes despeja el camino —al menos en cierta medida— para la aceptación y la comprensión de ideales sociales y verdades filosóficas de valor positivo.
La música y las artes pueden ejercer una tremenda influencia en las personas y en la sociedad. Una sola composición musical o un solo cuadro magistral tienen el poder de elevar infinitamente el espíritu humano. Las grandes artes y las grandes filosofías trabajan juntas en un nivel profundo para suscitar la creatividad humana.
Por otra parte, en su explicación del decimosexto hexagrama —yu [Entusiasmo]—, el I Ching [o Libro de los cambios] dice que los reyes de la antigüedad hacían música al principio del verano para honrar los méritos, y la ofrendaban con magnificencia al Supremo, invitando a sus antepasados a presenciarlo.
La música era el catalizador para alinear las fuerzas místicas que gobiernan el universo. Confucio dice de este rito: «Quien comprenda por completo este sacrificio podrá gobernar el mundo como si girara en su propia mano.»
En general, los artistas creativos —poetas, escritores, compositores, pintores, escultores— beben de un pozo común de sabiduría universal. Platón llamaba mimesis al arte creativo; es decir, «representación». Con esto quería decir que en realidad nada se crea y que los artistas representan aspectos vitales de la sabiduría, la belleza, la armonía o la geometría eternas. Cuanto más beba el artista de este pozo, más universalidad reflejará su arte.
¡Feliz domingo!
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