“Amarse a uno mismo”, más de un libro
de autoayuda trata este tema, amarse a sí mismo, pero hasta qué punto ese amor
propio no se transforma en egoísmo; incluso hasta qué punto incluso no se
piensa en perjudicar al otro. El amor propio del que habló Aristóteles en su
momento lo llamó la filautía, es decir, el afán de llegar a ser lo que es
recomendado por el oráculo, la búsqueda de la excelencia y la plenitud, el empeño
en lograr la vida buena según lo posible y razonable, la consideración teórica
y norma práctica de lo más conveniente, la mejor estrategia de resistencia
frente al cerco de la muerte, la procura del gozo y de la serenidad, el egoísmo
ilustrado.
En su libro IX de la ética nos ilustra
cómo se comporta un hombre vil y uno bueno en relación al amor propio; el texto
dice así: “parece que el hombre vil lo hace todo por el amor así mismo, y tanto
más cuanto peor es –y así se le reprocha que no hace nada sino lo suyo-
mientras que el hombre bueno obra por lo noble, y tanto más cuanto mejor es, y
por causa de su amigo, dejando de lado su propio bien”. Igual podríamos aplicar
esto a aquellos que “participan en riquezas, honores y placeres en mayor medida
de lo que les corresponde”, algo que le gusta a la mayoría.
Sin embargo, quien siga este camino de
manera sincera, “será un amante de sí mismo en el más alto grado, pero de otra
índole que el que es censurado, y diferirá de éste tanto cuanto el vivir de
acuerdo con la razón difiere del vivir de acuerdo con las pasiones, y el desear
lo que es noble difiere del deseo de lo que parece útil”.
En pocas palabras: mientras el bueno
se guía por la razón, el malo lo hace por las pasiones. “De acuerdo con esto el
bueno debe ser amante de sí mismo –porque se ayudará a sí mismo haciendo lo que
noble y será útil a los demás- pero el malo no debe serlo porque, siguiendo sus
malas pasiones se perjudicará tanto a sí mismo como al prójimo”.
¡Feliz viernes y feliz fin de semana!
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