La filosofía aristotélica se opuso a la enseñanza platónica por entender que ésta, con su teoría de las ideas, duplicaba innecesariamente los entes, ya que explicaba los entes reales por otros ideales. Así, para entender los caballos de carne y hueso postulaba un caballo idea, una idea de caballo, a la que sólo podía accederse por la razón y a la que los caballos reales debían adecuarse o, por decirlo de otro modo, de la que participan.
Puesto que las cosas reales sólo eran tales por su conformidad a sus respectivas ideas, resultaba que éstas eran aún más reales que aquella. Consideraba además que la noción platónica de una participación de las cosas particulares en las ideas era poco satisfactoria. Para Aristóteles las ideas son entidades ficticias. Sólo existen los individuos, quienes son las sustancias que sostienen todos los atributos que predicamos de ellos. Las ideas universales, por su parte, no son más que abstracciones que el entendimiento realiza a partir de los individuos.
Platón y Aristóteles, sin embargo, sí coincidieron en que hay algo que es la esencia de las cosas. Platón la llama idea o eidos, Aristóteles en alguna oportunidad lo llama forma, en otra género o esencia.
Tanto maestro como alumno apuntan a lo universal y creen que ésa es la función de la filosofía. La diferencia reside en que Platón pone ese esencia en el ámbito trascendente y Aristóteles la ubica en en plano inmanente (más allá de lo empírico), con lo que lo universal estaría en lo particular e individual, lo que refleja el profundo interés aristotélico por el conocimiento empírico de la naturaleza.
Según Aristóteles, nuestros conocimientos primeros parten de los sentidos, de la experiencia, y una vez que hemos captado en nuestro conocimiento sensible, desde éstos datos, nuestra inteligencia puede realizar una tarea de abstracción
Feliz jueves
La idea es Yang; la forma es Yin
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