Platón nació en Atenas en el año 427 antes de Cristo
en el seno de una familia aristocrática. Fue testigo de la Guerra del
Peloponeso entre Atenas y Esparta, en la que incluso llegó a combatir, y
también presenció la decadencia ateniense, sacudida por una tiranía oligárquica
primero y por una democracia populista y demagógica después. Platón fue
discípulo de Sócrates y como tal heredó la búsqueda conceptual y la exigencia
ética. Pero Sócrates fue víctima de acusaciones absurdas y finalmente resultó
condenado a suicidarse mediante envenenamiento el año 399 antes de Cristo.
El proceso de Sócrates se desencadenó por razones
políticas. Algunos de sus discípulos estuvieron vinculados a la tiranía oligárquica
y las autoridades democráticas creyeron oportuno alejarlo de la polis. Se le
acuso de pervertir a los jóvenes, de defender el ateísmo y, paradójicamente, de
introducir nuevos dioses. Se pidió la pena de muerte porque, según el derecho
ateniense, el acusado podía optar por un castigo alternativo como el exilio.
Pero Sócrates expresó que o bien era culpable y merecía la muerte, o bien no lo
era, y entonces debían ser reconocidos sus servicios a la sociedad. Rechazó la
posibilidad del exilio y hasta ironizó sobre la idoneidad de sus jueces. Fue
condenado a beber una copa de veneno (cicuta), aceptó la sentencia con gran
dignidad y murió sin sobresaltos.
Platón, escandalizado por el proceso a su maestro y
preocupado por lo que consideraba una crisis moral y política ateniense, puso
toda sus energías en tratar de establecer entre sus conciudadanos un ideal de
justicia y de respeto por la verdad. Para ello fundó su célebre Academia,
destinada a dar educación filosófica a los futuros políticos y gobernantes, y
escribió un gran número de bellísimos diálogos, donde abordaba diferentes
problemas filosóficos.
Feliz jueves.
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