Todas las sociedades aspiran, conscientemente o no, a utopías
de un tipo u otro. Los políticos comercian con las esperanzas de la gente de
alcanzar el cielo en la tierra. Como no es posible, las vidas de las naciones,
como de las personas, son una lucha perpetua por hacer realidad esos sueños. Por
ejemplo Mandela así como Martin Luther King Jr. sostuvieron años el mismo sueño:
que un día, a la gente de su país, se le juzgara no por el color de su piel
sino por su carácter.
La política, por su parte, reducida a sus elementos esenciales,
es persuasión, ganarse a la gente. Todos los políticos son seductores
profesionales. Viven de cortejar a la gente. Y si son listos y hacen bien su
trabajo, si tienen talento para conectar bien con el pueblo, prosperan. Lincoln
era así, Roosevelt, y Churchill, y De Gaulle, y Kennedy, y Martin Luther King,
y Blair. También lo era Arafar, Hitler y Hugo Chavéz (en el caso de mi país). Todos
ellos se ganaron a la gente para la causa que defendían. Sin embargo, todos
ellos fueron superados por el sr. Mandela en cuanto al alcance de su ambición.
Mandela después de ganarse a su gente -tarea nada fácil porque era gente muy
diversa, formada por todo tipo de creencias, colores y tribus- se propuso
ganarse a su enemigo.
En mi país Venezuela, así como en la mayoría de los países
latinoamericanos vivimos permanentemente entre las promesas de unos políticos y
las promesas de otros, sin darnos cuenta de que simplemente ellos están
haciendo su trabajo, es decir, comercializando nuestra esperanza de un mejor
país, lleno de oportunidades.
Feliz jueves.
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