Desde pequeño en mi hogar me han inculcado el deseo de
saber cómo funcionan las cosas, en innumerables ocasiones llegué a desarmar
algún juguete para ver cómo funcionaba por dentro. Sin embargo, esto último
también trajo como consecuencia, alguno que otro regaño y/o castigo.
Esta curiosidad luego la entendí cuando comencé a leer
a nuestro querido Platón, a través de sus diálogos donde el protagonista era su
maestro Sócrates, entonces, supe que ese deseo de indagar no era otra cosa sino
filosofía (amor a la sabiduría).
En todas partes y en todas las épocas, la filosofía
comienza por cuestionar las cosas. En lugar de indicar en qué creer, lo que
hace es suscitar la duda y provocar el sano escepticismo. La indagación
filosófica se propone descubrir la verdad, no regirla.
Ahora bien, de pequeño tenía dudas relacionadas con
cosas suscritas a mi mundo (e. g. ¿cómo funciona este robot?), con el tiempo
comencé a hacerme preguntas más interesantes: ¿Por qué hemos nacido? ¿Para qué
existe el mundo? ¿Quiénes somos?, etc. Aunque parecerán preguntas ingenuas,
pero lo cierto es que no tienen respuestas sencillas. Precisamente por eso,
estos interrogantes son tan significativos y trascienden las épocas. Entiendo
que la vigencia eterna de estas preguntas habla del afán incansable de la
humanidad por superarse y mejorar.
¡Y cuán importante es que seamos incansables!
Cada nueva generación de científicos puede añadir
nuevas capas al edificio de la ciencia, construyendo encima de lo que se ha
erigido anteriormente, pero cada ser humano comienza su viaje en sus mismísimos
cimientos, tal y como me pasó a mí con mis juguetes desarmados. Por
consiguiente, es sumamente importante que nos embebamos de las enseñanzas de
los sabios del pasado.
Debería ser deber de todo gobierno inculcar virtudes a
los ciudadanos, comenzando en el nacimiento, de modo que alcancen una plena
estatura moral como adultos y a su vez sirvan de ejemplo a sus hijos. La tarea
de la superación personal nunca termina y debe renovarse sin cesar, no solo en
cada generación sino también en cada momento de nuestra vida. Debemos
transmitir la sabiduría inmortal a través del tiempo, del pasado al futuro.
Quizás esta sea la única forma en que lleguemos a ser
una civilización realmente próspera y feliz.
Feliz inicio de semana.
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