En los diálogos de Platón se
encuentran un claro rechazo ante la extensión del poder político de carácter aristocrático
o por herencia, planteando lo que llama igualdad legal a la totalidad de la
población. Se había dado, hasta entonces, que la mayoría de los hombres nacían
para ser gobernados. ¿Cómo aceptar sin protestas que ahora se los tuviese a
todos como igualmente aptos y hasta igualmente obligados a gobernar? Sin
embargo, el propio Platón puso en tela de juicio ese rechazo a la
democratización de la vida pública en cuanto que no admitió ningún tipo de
aristocracia de la sangre o riqueza. Por esto propuso en varios textos una igualdad
no meramente aritmética, cuantitativa y, por lo tanto, no cualitativa. Sino una
igualdad que llamará geométrica o proporcional que dé a cada uno según su
necesidad y que exija a cada uno según su capacidad. Ello no disminuía a ojos
de la nobleza el escándalo de que gobernaran quienes no nacían destinados a
hacerlo.
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