Cuenta un relato popular de Pakistán que una anciana
que vivía con su hija y su único nieto enfermó un día y, tras volverse muy
débil, dejó de ser útil en la casa.
Además de que no podía hacer nada, la anciana rompía
platos y vasos, derramaba la comida y el agua y olvidaba donde dejaba las
cosas.
Desesperada por esto y porque ese día la anciana había
quebrado el costoso plato en el que le habían servido la comida, la hija manda
al nieto a comprarle a la abuela un plato de madera.
Al principio, el joven no quiso hacer la compra porque
sabía que un plato de madera humillaría a su abuela. Pero, después de pensarlo,
fue y compró no uno sino dos platos de ese material.
-¡Sólo te pedí comprar un plato de madera! –exclamó indignada
la madre del muchacho-. ¿Acaso no me escuchaste?
-Sí, madre –respondió el joven-. Pero compré el otro
para ti, para cuando tú envejezcas.
¡Feliz viernes y fin de semana!
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