Un negociante que era ampliamente conocido por su
falta de escrúpulos y su deseo de obtener beneficios a costa de lo que fuese
comentó un día en presencia del escritor estadounidense Mark Twain lo
siguiente:
-Antes de mi muerte, pienso hacer una peregrinación a Tierra
Santa. Quiero subir a la cumbre del monte Sinaí para leer en voz alta los Diez
Mandamientos.
Mark Twain sonrío maliciosamente y replicó:
-Podría hacer algo mejor.
-¿Sí? –preguntó el negociante-. ¿Qué me recomienda?
-Quédese en su casa de Boston y cúmplalos.
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