Con frecuencia se abusa del lenguaje para demonizar, denigrar o infravalorar a los demás, conduciendo a la desunión. Incluso en lo personal he escuchado de petsonas que tienen cargos importante en el gobierno o en la iglesia que utilizan términos para descalificar a las personas, o para hacerlas sentir inferiores.
Por otro lado, el diálogo (como publicamos en estos días) puede utilizar el don del lenguaje para armonizar, elevar y valorar a los demás, conduciendo a la unidad y al bienestar. No todo el mundo es orador, músico o poeta, pero todas las personas pueden entablar un diálogo, usando así el don del lenguaje para contribuir a unir a la humanidad. Un diálogo es como un baile con palabras. Cuando las personas bailan juntas, experimentan unidad.
El budismo enseña que «la voz lleva a cabo la tarea del Buda».Es decir, la voz hace que las personas despierten y activen su iluminación interior.
En los escritos de Nichiren, un monje budista del siglo XIII, leemos que «los malos amigos se valdrán de palabras seductoras, engaños y adulación; hablarán con astucia para controlar la mente de las personas ignorantes y mal informadas, y de esa manera destruirán la inclinación al bien que pueda haber en ellas». Estas voces son, sin duda, una de las principales causas de los males que aquejan la sociedad de hoy.
Necesitamos adoptar una postura resuelta y, con la fuerza de las voces que expresan la verdad, erradicar esas formas de discurso malicioso y dañino cuyo propósito específico es engañar a la gente y envenenar su mente. Uno de los principales promotores de estos engaños son los politicos, expertos en hacer promesas que no van a cumplir jamás.
Es menester divulgar las voces que proclaman la verdad, la justicia y la esperanza, las voces que conectan y enriquecen la mentalidad de la población. Es la única manera de construir una sociedad más sana...
Nota: algunas ideas de este texto fueron tomadas del libro El filósofo Interior de Lou Marinoff.
Feliz viernes y feliz fin de semana...
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