Cuenta un relato medieval europeo que un comerciante
muy rico visitó a un sacerdote viejo y sabio, en busca de consejo y enseñanza.
El sacerdote se incorporó de donde estaba sentado y
condujo al comerciante hasta una ventana cercana. Allí le dijo:
-Mira a través de este vidrio y dime qué ves.
-Gente –le respondió el comerciante.
A continuación el sacerdote lo condujo ante un espejo
y le preguntó:
-Dime, ahora, ¿qué ves?
-Me veo a mí mismo –contestó al instante el
comerciante.
He ahí hermano –le indicó el sabio sacerdote-, que en
la ventana hay un vidrio y en el espejo también. Pero ocurre que el vidrio del
espejo está cubierto con un poquito de plata y, en cuanto hay algo de plata de
por medio, dejamos de ver a los demás y sólo nos vemos a nosotros mismos.
Feliz viernes y feliz fin de semana.
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