La actriz francesa Sarah Bernhardt
sabía declamar con tal pasión que a muchos sitios que iba le pedían que
recitara algún poema.
En una oportunidad en que se hallaba
en San Petersburgo, Rusia, la Bernhardt tuvo varias representaciones tan
exitosas que, al término de las mismas, era agasajada por su público con
copiosas cenas de gala.
Una de esas noches, cuando la cena
llegó a su final, le pidieron que recitara y ella declamó un texto en francés
que emocionó a todos los presentes, aunque ninguno entendió lo que había dicho.
Su tono de voz y sus inflexiones, así
como las expresiones de su rostro conmovieron a sus anfitriones hasta las
lágrimas e hizo que le prodigaran un aplauso que duró varios minutos.
Un periodista que se hallaba presente
le pidió que le entregara el texto original del poema que acababa de recitar,
pero la actriz le dijo que no podía hacerlo.
- ¿Por qué? –preguntó el reportero,
asombrado.
- Porque –respondió Sara Bernhardt-,
aunque nadie se haya dado cuenta, lo que recité fue la tabla de multiplicar. La
del siete, que es mi número favorito.
¡Feliz viernes y feliz fin de semana!
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